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Deterioro cognitivo

Problemas de memoria y deterioro cognitivo

By 11 junio 2018febrero 8th, 2019Sin comentarios

Los cambios en la memoria pueden anunciar el inicio de una enfermedad neurodegenerativa

 Envejecimiento y pérdida de memoria

A lo largo de la vida todas las personas experimentaremos cambios en nuestras capacidades cognitivas y en muchos casos tendremos la sensación de que algo no funciona tan bien como antes.

En este contexto, uno de los síntomas más frecuentes refiere a la sensación de que la memoria funciona mal. A este tipo de quejas las denominamos “quejas subjetivas de pérdida de memoria” y son en muchos casos fuente de incuestionable preocupación dado el temor a que puedan indicar la presencia de un proceso neurodegenerativo como la enfermedad de Alzheimer.

Muchas de estas quejas subjetivas son signos benignos asociados al propio envejecimiento. Eso es, indudablemente el paso del tiempo promoverá cambios en muchas de las capacidades cognitivas que hemos desplegado con total normalidad a lo largo de la vida y eso formará parte del envejecimiento normal. Lamentablemente no todos los cambios son siempre atribuibles al envejecimiento, y en algunos casos estos síntomas iniciales indican que algo está dañando o ha dañado nuestro sistema nervioso.

Tal y como sucede con cualquier otro síntoma, ante la presencia de quejas subjetivas de pérdida de memoria la mejor opción será siempre la de acudir a un especialista que pueda determinar su causa, pronóstico y tratamiento. Las pruebas a realizar generalmente incluirán una exploración neurológica y una evaluación neuropsicológica, pudiendo requerirse en algunos casos ampliar la recogida de datos con analíticas o pruebas de imagen cerebral.

La exploración neuropsicológica servirá para determinar la gravedad de los problemas subjetivos de memoria, así como la posible presencia de cambios en otras funciones cognitivas. Este procedimiento resulta fundamental ya que permite explorar el perfil o forma en que el paciente aprende y pierde información. Esto es necesario ya que existen distintas enfermedades neurodegenerativas que asocian problemas de memoria, pero la forma en que se afecta la capacidad de aprender y recordar no siempre es la misma. Por ello, el estudio del perfil de memoria nos ayuda a distinguir lo que puede ser una enfermedad de Alzheimer de otros procesos neurodegenerativos.

A pesar de que las dificultades en la memoria puedan ser uno de los signos más fácilmente identificables por parte de los pacientes o familiares, resulta absolutamente necesario explorar la integridad de otros dominios cognitivos como puede ser el lenguaje, las capacidades perceptivas e incluso el estado de ánimo o la presencia de posibles cambios en la forma de ser o comportarse. Nuevamente, la valoración integral de todas estas funciones es lo que nos permite orientar el diagnóstico y tratamiento.

¿Qué significa tener problemas de memoria?

Cuando la exploración neuropsicológica determina que efectivamente existe un rendimiento en la memoria (o en cualquier otra capacidad mental) por debajo de lo que sería esperable, ya no hablamos de quejas subjetivas sino de que el paciente presenta una alteración de la memoria. La existencia de un problema objetivo de memoria no significa que el paciente tenga una enfermedad de Alzheimer o una demencia. Cuando se objetivan estos problemas, pero el paciente es plenamente autónomo en sus actividades complejas de la vida diaria, hablamos de que el paciente presente un “Deterioro cognitivo leve”. Es decir, una persona puede efectivamente tener problemas de memoria a la vez que puede no existir una clara repercusión de estos problemas en la vida diaria de esta persona. Esta situación es la que define el concepto de deterioro cognitivo leve.

El deterioro cognitivo leve es considerado una forma patológica de envejecimiento que requiere de supervisión regular dado que en muchos casos define el estado intermedio entre la normalidad cognitiva y una posible demencia. Específicamente, si bien es cierto que el deterioro cognitivo leve por definición no es una demencia, ciertas formas de deterioro cognitivo leve asocian un riesgo muy incrementado a desarrollar una demencia o una enfermedad de Alzheimer en el futuro.

Gracias a los avances en el diagnóstico precoz, a día de hoy somos capaces de identificar signos iniciales indicativos de que el paciente presenta una enfermedad neurodegenerativa. Esta detección precoz resulta de vital importancia dado que nos permite implementar tratamientos años antes de que el daño sea demasiado extenso. Es cierto, que a día de hoy no existe ningún tratamiento capaz de frenar la progresión de las enfermedades neurodegenerativas, pero si se pueden diseñar intervenciones orientadas a ejercitar y estimular las funciones que se están viendo afectadas con tal de promover un avance más lento de los síntomas a la vez que instaurar estrategias para compensar su impacto.

En cualquier caso, tener problemas de memoria o síntomas compatibles con un deterioro cognitivo leve no es sinónimo de tener una enfermedad de Alzheimer. A pesar de que esta enfermedad es a día de hoy muy habitual, existen otras condiciones médicas que pueden explicar la presencia de quejas subjetivas y de problemas objetivos de memoria. Nuevamente, un óptimo proceso de evaluación por parte de especialistas permite determinar la causa de estos síntomas, esclarecer si estos responden a un posible proceso neurodegenerativo o si por el contrario pueden estar causados por otras entidades.

Es importante destacar, que existen cuadros de tipo ansioso-depresivo que asocian importantes problemas de memoria y atención que pueden asemejar un proceso neurodegenerativo, pero que, en caso de ser abordados de manera correcta, suelen mostrar una respuesta óptima a los tratamientos farmacológicos.

Por otro lado, existen condiciones relacionadas con factores de riesgo cardiovascular, tales como son la hipertensión o el colesterol elevado, que pueden promover la acumulación de lesiones de tipo vascular en el cerebro que durante muchos años pueden pasar inadvertidas hasta que se manifiestan en forma de síntomas cognitivos como es la pérdida de memoria.

Finalmente, más allá de la enfermedad de Alzheimer, existen otros procesos neurodegenerativos que asocian cambios en la memoria, la conducta u otros procesos mentales. Son ejemplos de estas otras enfermedades la demencia fronto-temporal, la demencia por cuerpos de Lewy o la demencia vascular entre otras.

¿Qué significa tener una demencia?

Tal y como hemos comentado, la confirmación de que existen problemas de memoria o en otras esferas intelectuales sin repercusión sobre la capacidad de llevar una vida de forma independiente define el concepto de deterioro cognitivo leve. Cuando a través de la exploración neuropsicológica se confirma la presencia de alteración cognitiva significativa y que esta asocia una clara repercusión sobre la capacidad de desempeñar una vida autónoma y normal, es cuando hablamos de demencia. Por lo tanto, a diferencia del paciente con deterioro cognitivo leve, el paciente que presente una demencia ya no puede realizar de forma independiente una serie de actividades de su día a día dado el impacto que ejercen sus problemas de memoria o de razonamiento.

En muchas ocasiones, la posibilidad de tener una enfermedad que asocia demencia en el futuro se plantea como un evento vital devastador. El temor a perder las capacidades y recuerdos que nos definen como individuos y que forman parte de nuestra historia vital está sin lugar a duda absolutamente justificado. Por ello, el abordaje de toda enfermedad que pueda asociar deterioro cognitivo debe realizarse por parte de personas capaces de entender estos temores y de saber acompañar a los pacientes y familias a lo largo de todo el proceso que define a estas enfermedades.

Es habitual, que muchas personas piensen que ante la imposibilidad de curar procesos tales como la enfermedad de Alzheimer u otras demencias, no tiene mucho sentido acudir a profesionales. La realidad, es que el curso generalmente lento de estas enfermedades nos permite anticiparnos e intervenir sobre toda una serie de elementos que pueden condicionar de manera muy significativa la vivencia de todo el proceso. En primer lugar, generalmente este tipo de enfermedades no las padece únicamente el paciente, sino que su impacto extiende hasta sus familiares, parejas y amigos. Un paciente puede no ser plenamente consciente de que su carácter se ha vuelto terco o irritable, pero indefectiblemente, las consecuencias de estos cambios en la personalidad las viven las personas cercanas. Estos síntomas se pueden tratar y mitigar empleando fármacos específicamente diseñados con este fin. Por otro lado, la planificación también debe realizarse teniendo en cuenta cómo se van a tratar los temas relativos a la capacidad para seguir trabajando, la toma de decisiones económicas e incluso, los planes relativos a las voluntades anticipadas. Por ello, más allá del abordaje de un proceso neurodegenerativo o una demencia con la perspectiva puesta en su cura, debemos contemplar su abordaje con la perspectiva puesta en mejorar la calidad de vida de todas las partes implicadas.

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