¿Qué es la ansiedad?
Todos alguna vez hemos experimentado ansiedad en alguna situación que hayamos catalogado como “peligrosa”, amenazante o incluso trascendente para nosotros como puede ser una entrevista de trabajo, ante la espera de una respuesta importante o, en algunas ocasiones, en presencia de un estímulo que nos evoca un recuerdo traumático. Podemos decir que la ansiedad en intensidad moderada y como respuesta coherente a un estímulo es algo tan normal como el hambre, la sed o el deseo sexual.
La ansiedad es un mecanismo de defensa que nos permite estar atentos ante ciertos sucesos estresantes favoreciendo la adaptación natural. Es un sistema de alerta cuya función es favorecer nuestra supervivencia. Por ello, debemos entender que la ansiedad como función adaptativa es la responsable de prepararnos ante una situación de “peligro”.
Cuando la ansiedad aparece en intensidad desproporcionada en relación al estímulo que la provoca o en ausencia de estímulo desencadenante estamos hablando de ansiedad patológica. La ansiedad patológica se describe en diferentes entidades clínicas, en forma de fobia, ansiedad generalizada, ataque de pánico, agorafobia o fobia social, entre otros. En contraposición a la función adaptativa de este sistema de alerta, un funcionamiento inadecuado del mismo puede convertirse en una experiencia muy desagradable para quien la experimenta.
Bases biológicas de la ansiedad
Cuando percibimos un estímulo que nos puede resultar amenazante y/o peligroso se inicia un proceso cuya información es filtrada por el tálamo, estructura que forma parte del sistema límbico. El sistema límbico se encarga de regular las respuestas fisiológicas frente a determinados estímulos, concretamente, regula las respuestas más instintivas del ser humano. Las estructuras que lo forman son el tálamo, el hipotálamo, el hipocampo, la amígdala, el área septal y el mesencéfalo.
Una vez la información ha sido filtrada por el tálamo, su transmisión continúa por dos vías independientes:
1) La vía rápida: La información se dirige hacia la amígdala. Si el estímulo es detectado como una amenaza se produce una interacción inmediata con el sistema endocrino y el sistema nervioso autónomo activando respuestas básicas de tipo cognitivo, emocional, fisiológicas y conductuales de modo que la emoción se desencadena incluso antes que la información haya sido procesada por estructuras cerebrales superiores, es decir, antes que nos dé tiempo a “pensar”. Este proceso es considerado un sistema básico de alerta.
2) La vía lenta: De forma paralela esta vía proyecta con áreas de la corteza prefrontal codificando la información con mayor precisión a partir de determinados recursos cognitivos, con la información almacenada en la memoria, nuestros conocimientos y nuestra experiencia. Una vez realizado el proceso su función es detener la respuesta de la vía rápida o modularla enviando de nuevo una respuesta a la amígdala, estructura central del sistema.
Cuando la emoción se mantiene activa en el tiempo a consecuencia de nuestra valoración de amenaza, la corteza ventromedial conecta con otras áreas de asociación activando recuerdos y pensamientos que acaban generando un sentimiento.
No obstante, la información no solo viaja en una dirección, de la misma forma que la activación emocional que se refleja en nuestro cuerpo condiciona la actividad de los procesos cognitivos superiores, un pensamiento amenazante puede activar nuestro sistema nervioso autónomo para preparar a nuestro organismo para la defensa. La bidireccionalidad de este sistema implica que, tanto un mal procesamiento de la información en relación a la amenaza como un exceso de pensamientos perturbadores puede originar estados prolongados y/o intensos de activación de nuestro sistema nervioso periférico favoreciendo un estado de ansiedad patológico.
¿Cuáles son los síntomas de la ansiedad patológica?
Para entender los síntomas que caracterizan a los trastornos de ansiedad, es necesario conocer la forma como se manifiesta en su funcionamiento “normal” o “adaptativo”.
Cuando la información procesada por la amígdala detecta un estímulo como amenazante, la ansiedad se manifiesta de forma fisiológica, cognitiva y conductual activando así nuestro «sistema de alerta»:
Manifestaciones fisiológicas: Son aquellas respuestas corporales que tienen como objetivo facilitar la actuación frente al supuesto estímulo amenazante, es la forma como el organismo se prepara para actuar.
Por un lado, el sistema se puede preparar para actuar de forma activa:
- El corazón late rápidamente para mandar más sangre a los músculos
- La sangre abandona la digestión y se acumula en los músculos para reaccionar más rápido
- La respiración se acelera para mandar más oxígeno a los músculos
- Los músculos se tensan (rigidez)
Por otro lado, el cuerpo también puede reaccionar de forma pasiva:
- La sangre abandona los músculos para quedarnos quietos (nos quedamos fríos y blancos)
- La respiración se corta para que no se oiga
- La garganta se tensa para hacer enmudecer (bloqueo, tartamudeo, afonía)
Manifestaciones cognitivas: Cuando percibimos un estímulo amenazante nuestras capacidades cognitivas se centran en la atención al posible peligro, estudio del mismo y en la planificación de una acción para defendernos.
Manifestaciones conductuales: Son las actuaciones que decidimos llevar a cabo para superar la situación: Huir o afrontarla.
La exposición frecuente o de forma intensa a las manifestaciones de ansiedad descritas explica en gran medida los síntomas más comunes en los trastornos de ansiedad.
Síntomas fisiológicos:
- La tensión muscular consecuencia de ansiedad en una frecuencia y/o intensidad elevada puede evolucionar en tics, temblores, rigidez muscular, sudoración, dolor lumbar, dolor cervical, jaquecas y excesivo cansancio.
- La aceleración del corazón puede favorecer taquicardias o tensión arterial alta a largo plazo.
- La disminución sanguínea durante la digestión provoca trastornos en la alimentación como estreñimiento, diarrea y en casos extremos puede favorecer úlcera de estómago o de duodeno.
- La aceleración de la respiración provoca mareos y si se corta, como en el caso de la actuación pasiva, sensación de ahogo.
- La tensión en la garganta facilita la aparición de constipados y faringitis crónica.
Síntomas cognitivos:
- Una atención excesiva a posibles amenazas provoca una falta de concentración, que con frecuencia, puede favorecer problemas de memoria.
- La planificación de respuestas para solucionar el problema puede generar una preocupación excesiva acompañada de pensamientos repetitivos y angustiosos de forma constante, favoreciendo la activación de sus síntomas. Por otro lado, una conducta de evasión ante el problema puede originar un estado apático.
Síntomas conductuales:
- Cuando no se acepta la situación, no se responde ante el problema o se evita, pueden aparecer conductas problemáticas como por ejemplo beber, comer o dormir en exceso, así como, problemas de conciliación del sueño.
La ansiedad patológica genera un estado de inquietud constante, de agobio, una permanente sensación de amenaza que con frecuencia crea un estado de inseguridad, de vacío y temor a perder el control en la persona que la sufre. Socialmente, aquellos que la padecen, pueden desencadenar una personalidad fácilmente irritable, ensimismada y mostrar dificultades en las habilidades sociales. No obstante, no todas las personas manifiestan los mismos síntomas ni en la misma intensidad. Cada persona se muestra más vulnerable a unos u otros síntomas en función de su predisposición biológica, psicológica y contextual.