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DemenciaEnfermedad de Alzheimer

Alzheimer: Los primeros signos de alerta

By 18 mayo 2020Sin comentarios
Alzheimer

La demencia de tipo Alzheimer o enfermedad de Alzheimer (EA) es el tipo de demencia más frecuente, pues entre un 60%-70% de los casos de demencia están causados por esta enfermedad. La EA es una enfermedad neurodegenerativa que se caracteriza por un deterioro cognitivo progresivo, especialmente en forma de pérdida de la memoria y cambios en el estado de ánimo y en la personalidad.

Existe una estrecha relación entre mayor edad y el riesgo a desarrollar EA, por ello actualmente debido al envejecimiento de la población, se diagnostica un nuevo caso de Alzheimer en el mundo cada 4 segundos. Esto significa que 1 de cada 10 personas mayores de 65 años padecen la EA.

A pesar de no existir una cura para la EA, la investigación centrada en estudiar el proceso de degenerativo que cursa a lo largo de la enfermedad así como los mecanismos implicados en esta neurodegeneración nos permiten entender y tratar mejor las manifestaciones clínicas de la enfermedad.

El diagnóstico de la EA es clínico, eso significa que no existe una prueba médica específica que determine la enfermedad, sino que el especialista, recopilará una serie de datos clínicos que apoyarán el diagnóstico.  La detección de los primeros signos de posible EA en las etapas iniciales es crucial para iniciar un tratamiento orientado a intentar ralentizar el proceso degenerativo y minimizar el impacto de los síntomas. Por ello es importante no pasar por alto determinados síntomas cuando tenemos la sensación que algo “no funciona como antes” y permitir que los especialistas valoren y determinen si nuestras quejas pueden estar relacionadas con el envejecimiento normal, otras patologías o puede ser el inicio de una demencia.

 

Primeros síntomas: Esas pequeñas pérdidas de autonomía

“Tenemos la sensación de que hace unos meses que le viene fallando la memoria… pero es que las últimas semanas ha empeorado mucho…”  Es frecuente que lo que a vista del entorno del paciente pueda parecer un cambio repentino forme parte de un conjunto de cambios que han ido sucediendo a lo largo del tiempo: “Antes leía muchísimo y le gustaba mucho cocinar… hace tiempo que no lo hace, es que ya no le apetece…”¿A comprar sola? No, no puede cargar. Ya le pusimos ayuda en casa para que no tuviera que hacerlo” “Siempre ha sido muy despistada…” Pero de pronto, no hay nada que excuse que no recuerde el nombre de su nieto,  hable de alguien que ya no está o se haya desorientado en su propio barrio.

Es difícil valorar de forma objetiva y/o reconocer que nuestro familiar empieza a tener problemas cognitivos (memoria, razonamiento, atención,…). La convivencia, las costumbres, el modo en que les protegemos, el asociarlo con otras causas y, sobre todo,  la falta de conciencia del problema desde la perspectiva del propio paciente genera un día a día al que entorno familiar se acostumbra y acaba normalizando esos pequeños cambios. Estos pequeños cambios que llegamos a normalizar podrían estar alertando de la presencia de deterioro cognitivo o incluso una etapa inicial de demencia.

 

Signos de alerta

La presencia de algunos de los signos o síntomas que se informan a continuación no determinan el diagnóstico de deterioro cognitivo como tal. Pero ante la presencia de éstos, es recomendable acudir a un profesional para que los evalúe y se pueda llevar un seguimiento de la evolución de los mismos.

  • Despistes u olvidos recurrentes: El síntoma más común de la EA son los problemas para aprender y retener la información. En fases iniciales es frecuente que hagan preguntas similares de forma repetida, aumente su dependencia hacia los recordatorios (notitas o alarmas) o incluso deleguen funciones a quien tienen al lado cuando antes lo hacían solos. Hay factores como el propio envejecimiento, el cansancio o el estrés que pueden asociar un aumento de despistes u olvidos. No obstante, en este tipo de “fallos de la memoria” generalmente llegamos a recordar la información y la capacidad para aprender se mantiene intacta. En contraposición, los síntomas de alteración de la memoria que vemos en la EA se caracterizan por importantes dificultades en la capacidad de retención de la información de modo que difícilmente la información puede ser recordada puesto que no ha sido aprendida, y si ha sido aprendida, con frecuencia se olvida con demasiada facilidad. En el día a día, estas dificultades pueden manifestarse en forma de olvidos frecuentes, perder o no encontrar las cosas, olvidarse de lo que había ido a hacer, preguntar varias veces lo mismo, etc.

 

  • Dificultad para planificar y/o resolver problemas, así como desempeñar tareas habituales: En ocasiones se pueden observar dificultades para desarrollar actividades que requieren planificación, organización y concentración. Estas dificultades las podemos observar incluso en actividades que hasta el momento realizaban de forma cotidiana sin aparente dificultad como llevar las cuentas de la casa, seguir recetas de cocina elaboradas, mantener hábitos lectores, realizar cálculos, utilizar determinados electrodomésticos o seguir las reglas de un juego conocido.  Necesitar ayuda o cometer determinados errores en algunas tareas no se considera un motivo de preocupación, errores persistentes y que repercuten en la habilidad de desempeñarse de manera autónoma si deben ser considerados y evaluados.

 

  • Desorientación: La desorientación es un síntoma habitual en personas con EA. Confundirnos de día es un error habitual y poco preocupante. En ocasiones, al perder el hábito de mirar en que día estamos también es fácil confundirse.  Cuando hablamos de síntomas de desorientación hacemos referencia a que la persona confunde completamente el momento en el que estamos, puede pensar que es verano cuando es invierno o es incapaz de determinar qué hora aproximada es. La desorientación también puede manifestarse en relación a los lugares y al espacio, de modo que la persona puede no saber exactamente dónde está, confundir su casa con otro lugar, no reconocer el lugar donde están ni recordar cómo ha llegado allí o incluso perderse en lugares conocidos.

 

  • Lenguaje: En etapas iniciales de la EA en ocasiones existen problemas para seguir y/o participar en una conversación, en consecuencia, aportan poco a la conversación o hacen comentarios superficiales y repetitivos. Estas dificultades pueden asociarse con un mayor retraimiento social. La pérdida de vocabulario y las dificultades en encontrar las palabras (tener la palabra en la punta de la lengua) son síntomas frecuentes en etapas iniciales de la EA y de otros procesos neurodegenerativos. Otros fenómenos habituales son la sustitución de una palabra por otra (decir mesa en lugar de        silla)       o  el uso de circunloquios para definir un objeto “lo que se usa para apagar el fuego” (extintor) o “el pincho para comer” (tenedor).

 

  • Cambios de humor y de la personalidad: Las personas con EA pueden tener momentos de confusión, miedo, síntomas depresivos, nerviosismo, pérdida de la motivación, irritabilidad e ideas delirantes. El cambio en el carácter y el humor es en ocasiones uno de los primeros síntomas de la EA y uno de los síntomas que más fácilmente detectan los familiares que conviven con la persona afectada.

 

Si bien muchos de los síntomas expuestos pueden parecer fácilmente detectables, su curso lento y progresivo hace que en muchas ocasiones pasen desapercibidos durante mucho tiempo. Al tratarse de personas mayores, con rutinas poco exigentes, sin compromisos laborales, con poca actividad social y con ayuda para las actividades de la vida diaria, es fácil que muchos de estos no sean identificados hasta que no suponen un claro empeoramiento.

Por ello, la evaluación de cualquiera de estos síntomas debe considerarse como una opción y oportunidad para anticiparnos al posible diagnóstico de una EA o de otros procesos neurodegenerativos. A pesar de no disponer en la actualidad de una cura para las demencias, el diagnóstico temprano supone un beneficio tanto para el paciente como para su entorno. Por un lado el paciente podrá iniciar tratamientos específicos para ralentizar el deterioro, minimizar el impacto de los síntomas y planificar su futuro. En cuanto a los familiares, el diagnóstico temprano permite proveer de los consejos, soporte y estrategias necesarias para entender y afrontar el curso del proceso neurodegenerativo.

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