La memoria es una de las funciones más importantes de nuestro cerebro. Esta función nos dota de una extraordinaria capacidad para recordar cosas tan simples como los colores o, otras más complejas, como el proceso para resolver una ecuación. Nos permite recordar caras, nombres y peculiaridades de personas conocidas. Nos permite recordar cómo se conduce, el significado de las palabras que utilizamos en nuestras conversaciones, situaciones que hemos vivido hace unos minutos y vivencias de años atrás. Recordamos lugares, formas de comportamiento para cada situación e incluso emociones experimentadas en diferentes momentos. Así mismo, nos permiten asociar la información del presente con recuerdos del pasado y, con ello, ayudarnos a tomar decisiones para un futuro. Esta función de nuestro cerebro juega un papel importante a la hora de favorecer nuestra adaptación, y con ello, nuestra supervivencia.
En edad avanzada, los problemas en esta capacidad son uno de los motivos de preocupación más frecuentes por lo que pueda significar. Las enfermedades neurodegenerativas más comunes, como puede ser la enfermedad de Alzheimer o el Parkinson cursan con problemas de memoria. No obstante, la memoria es un proceso muy complejo y las dificultades en esta capacidad se pueden mostrar de diversas formas. Conocer las diferentes etapas que originan un recuerdo, así como, los diferentes tipos de memoria es importante para entender las particularidades mnésicas de cada enfermedad o comprender por qué, por ejemplo, una persona recuerda situaciones de veinte años atrás pero no logra recordar que ha comido.
Fases en la elaboración de nuevos recuerdos y aprendizajes
Esta función cerebral que asociamos directamente con la capacidad de recordar va más allá de un proceso de almacenaje de información. Para almacenar la información que queremos recordar es tan importante la fase en la que guardamos la información, como la recuperación de ésta posteriormente. Es decir, tan importante es mantener la información guardada en nuestra “base de datos” como saber acceder a ella posteriormente para recuperarla. Las principales fases en el proceso de elaboración de nuevos recuerdos y/o aprendizajes son las siguientes:
- Codificación: La fase de codificación se define como el proceso que permite convertir la información percibida en constructos y proceder a su almacenamiento.
- Almacenamiento: Esta fase hace referencia a la parte del proceso que consiste en la retención de la información codificada de forma persistente.
- Recuperación: La recuperación consiste en la evocación, es decir, el acceso de nuevo a aquella información que ha sido almacenada anteriormente.
Tipos de memoria
Las estructuras que forman parte del proceso de memoria son diversas, de la misma forma, el proceso de almacenamiento y/o aprendizaje puede variar en función del tipo de información que estamos tratando, la forma como la percibimos o el objetivo para el que se despliega el proceso. Estos factores nos permiten distinguir diferentes tipos de memoria:
Memoria a corto plazo
La memoria a corto plazo es la que nos permite almacenar en un espacio temporal breve (segundos) una capacidad limitada información (7 elementos +-2) cuando ya no está presente. Este tipo de memoria no tiene por qué ser un mero cajón de recuerdos, con ello distinguimos el subtipo denominado memoria de trabajo. La memoria de trabajo es un tipo de memoria a corto plazo en la que podemos manipular la información retenida interviniendo con procesos cognitivos superiores, haciendo posible el razonamiento, el cálculo o la resolución de problemas. En cierto modo, la memoria de trabajo es como una “pizarra” mental donde anotamos aquella información que ya no estamos percibiendo y vamos a necesitar de forma inmediata como, por ejemplo, cuando hacemos cálculos rápidos en la caja del supermercado para saber si nos han dado bien el cambio.
Memoria a largo plazo
A diferencia de la anterior, la memoria a largo plazo nos permite almacenar la información de forma duradera. Dentro de este tipo de memoria podemos distinguir entre:
- Memoria explícita: La memoria explícita hace posible el recuerdo y conocimiento que tenemos sobre el mundo y nuestras experiencias personales. Este tipo de memoria incluye la memoria semántica y la memoria episódica:
- La memoria semántica hace referencia a los hechos y el conocimiento general del mundo que hemos ido acumulando a lo largo de la vida. Gracias a ella sabemos que Lisboa es la capital de Portugal, quien es el presidente de nuestro país, que la penicilina es un medicamento, así como, el nombre de las personas y de las cosas. Este tipo de memoria es necesaria para el uso del lenguaje.
- La memoria episódica, por otro lado, hace posible los recuerdos de acontecimientos vividos en determinados lugares o momentos de nuestra vida, como puede ser el primer día de universidad o recuerdos de un viaje. También es denominada memoria autobiográfica.
- Memoria implícita: Este tipo de memoria también conocida como memoria procedimental se adquiere y se utiliza de forma inconsciente. Aprendizaje de hábitos automáticos, ir en bicicleta o conducir un coche no sería posibles sin el funcionamiento de este tipo de memoria.
Neuroanatomía de la memoria y enfermedades neurodegenerativas
Sabemos que son diversas estructuras las que forman parte de los procesos de aprendizaje de nuestro cerebro. Las estructuras implicadas varían en función del tipo de memoria que estamos trabajando, así como, del tipo de información que procesamos.
El hipocampo es una de las estructuras más importantes en el proceso de adquisición de información nueva. Su implicación no solo es importante para la formación de nuevas memorias sino también para distinguir e intervenir entre las nuevas y las antiguas. Cuando nosotros aprendemos información nueva, los circuitos neuronales de esta estructura se activan dando soporte a nuevas memorias. Así mismo, este almacenaje es una primera fase en la retención de la información. Con el tiempo, los circuitos neuronales donde está almacenada cada memoria pueden variar, por lo tanto, es posible que, tras días, semanas, o años, la información que en su momento estaba asentada en el hipocampo se instale en áreas concretas de la corteza cerebral. Es decir, podemos considerar que en primer lugar la información se guarda de forma transitoria en el hipocampo y con el tiempo pasa a nuestro “disco duro”, la corteza cerebral.
No obstante, la función del hipocampo no solo refiere al almacenaje por sí mismo, también nos permite el acceso a la información, pues cuando necesitamos acceder a determinada información almacenada, esta estructura nos sirve de nexo de unión hacia otras estructuras mediadoras o hacia el área de la corteza cerebral donde está almacenada. La evocación repetida del acceso a determinada información puede originar un contacto directo hacia su almacenaje sin la necesidad de la activación del hipocampo para su recuperación. Es por este motivo, por ejemplo, que las personas con atrofia en el hipocampo como puede ser un enfermo de Alzheimer, no sea capaz de almacenar información nueva o le cueste recordar algunas palabras, pero te explique anécdotas de años atrás como si lo acabara de vivir. Pues la información más consolidada que no precisa la intervención del hipocampo la puede recuperar con mayor facilidad.
Existe también una posibilidad alternativa que refiere que, con el tiempo, el papel del hipocampo lo asume la corteza prefrontal, conocida como la parte más evolucionada del cerebro con múltiples asociaciones en las diferentes áreas de la corteza y estructuras subcorticales. Asumiendo el control de este tipo de recuerdo el rendimiento de las funciones ejecutivas (razonamiento, planificación, toma de decisiones…) como responsables de dirigirnos a partir de la organización de los esquemas mnésicos hasta la información almacenada. Al contrario que en el ejemplo de los problemas con el hipocampo, aquellas personas con lesiones en la corteza prefrontal pueden tener dificultades para acceder al recuerdo de las memorias más antiguas.
También se ha demostrado, que el aprendizaje de nueva información precisa de la intervención del hipocampo en función de la relación que la información procesada tenga con los conocimientos ya consolidados. La información que consideramos prácticamente “nueva” precisará ser procesada por esta estructura, no obstante, cuando procesemos información conocida y además fácilmente asociable a los esquemas ya creados, su función puede ser prescindible. Por lo tanto, la atrofia en el hipocampo no tiene porqué significar siempre la dificultad de adquirir nuevos aprendizajes, si la información es familiar, el proceso se simplifica prescindiendo de esta estructura, favoreciendo esta función.
A pesar de las clasificaciones que podemos hacer de los diferentes tipos de memoria, así como, de las estructuras principales implicadas en cada uno de los diferentes procesos, existe una influencia general entre las diferentes áreas y estructuras, como puede ser el papel regulador de la amígdala en la consolidación de la información, entre otros. Con ello, podemos intuir que la atrofia en el hipocampo o en el córtex prefrontal no afectará igual a una persona que a otra puesto que existe una influencia de otros procesos y/o regiones involucradas. Si bien es cierto, a raíz de las investigaciones desarrolladas en este campo, se distinguen diferentes perfiles mnésicos en el contexto de las enfermedades neurodegenerativas.
Como hemos comentado en párrafos anteriores, en la enfermedad de Alzheimer una de las características más identificativas es la disfunción y atrofia de las áreas hipocampales y el córtex temporal. Es por ello, que el perfil mnésico de este tipo de pacientes en fases iniciales se describe atendiendo principalmente a los problemas de adquisición de nueva información y el acceso al vocabulario. Comentarios del tipo “no recuerda donde deja las cosas”, “no le salen las palabras”, “me repite las cosas muchas veces” son ejemplos de las primeras quejas de los familiares en este tipo de demencia. Además, la ayuda con pistas para que el enfermo logre recordar la información no resulta efectiva, pues normalmente el problema de memoria en este tipo de enfermedades se debe a dificultades en la fase de almacenamiento de la información, por ello, por mucho que intentemos que recupere el recuerdo, es imposible ya que no existe, no fue almacenado. Por otro lado, es cierto que en fases iniciales este tipo de pacientes nos sorprenden con una memoria de trabajo intacta (no requiere grabar la información) y un buen rendimiento en la recuperación de recuerdos relacionados con la memoria autobiográfica y en algunos casos la procedimental. Pues la información consolidada en el córtex, como es el caso de este tipo de recuerdos, les resulta fácilmente accesible mientras no exista deterioro en estas áreas.
Por otro lado, el perfil mnésico que presentan las personas con otro tipo de enfermedad como puede ser el Parkinson, la enfermedad de Huntington, en menor medida, la demencia por Cuerpos de Lewy, tiene peculiaridades diferentes. El deterioro cognitivo que se muestra en este tipo de enfermedades neurodegenerativas está más marcado por la atrofia a nivel subcortical (ganglios basales) y el córtex prefrontal. En este tipo de trastornos, los problemas de memoria están relacionados con la codificación de la información, debido normalmente a un déficit de atención, y la posterior recuperación de la misma. En este tipo de enfermedades, el afectado puede adquirir información nueva, pero existen problemas en la recuperación de la información que ya ha sido aprendida. El acceso a la información del córtex se ve afectada por un mal rendimiento de las funciones ejecutivas, deterioro cognitivo común en enfermedades que cursan con atrofia en córtex prefrontal. Las dificultades en el acceso y la gestión de la información se observan también en el rendimiento de la memoria de trabajo. No obstante, a diferencia de la demencia tipo Alzheimer, este tipo de pacientes, se benefician de la ayuda con pistas puesto que es la clave de acceso a la información la que les impide recuperar el recuerdo.
En resumen, a pesar de la variabilidad que se pueda observar entre las personas afectadas por un mismo trastorno, los problemas mnésicos tienden a seguir un perfil particular. Por ello, es importante tener en cuenta que en fases iniciales detrás de un “creo que le empieza a fallar la memoria” no solo hay una queja, indagar de forma correcta en este motivo de preocupación permite obtener información muy valiosa, y en algunos casos, imprescindible para hacer un buen diagnóstico.