La enfermedad de Parkinson se caracteriza por la pérdida o degeneración de neuronas en una estructura situada en el cerebro denominada substancia negra. . Esta pérdida provoca la falta de dopamina, una sustancia que transmite la información necesaria para que realicemos movimientos con normalidad. Su ausencia hace que el control del movimiento se vea alterado, dando lugar a los síntomas motores típicos como el temblor en reposo o la rigidez.
Existen síntomas motores y no motores en la enfermedad de Parkinson. Los síntomas motores son aquellos que afectan al movimiento como pueden ser el temblor, la lentitud, la rigidez y/o los trastornos de la marcha, entre otros. Los denominados síntomas no-motores son los relacionados con la depresión, la apatía, la ansiedad, el dolor, los trastornos del sueño, los problemas urológicos y sexuales, así como los problemas de memoria y de otras funciones cognitivas que también afectan a gran parte de los pacientes.
La medicación para la enfermedad de Parkinson es fundamental en el tratamiento de los síntomas de la enfermedad. El uso de los diversos medicamentos disponibles debe adecuarse a las diferentes manifestaciones con los que se presenta la enfermedad en cada persona. En cualquier caso, el uso de de fármacos orientados al manejo de los síntomas motores y no-motores de la enfermedad de Parkinson representa solo una parte del manejo integral de la enfermedad pero no son suficientes para para asegurar óptimo control de la misma. Por ello, es muy aconsejable complementar los fármacos con ciertos cambios en los hábitos y el estilo de vida como la alimentación, la actividad física y el ejercicio mental.